sábado, setiembre 23, 2006

VI. Egl

El viento era fuerte y muy frío. Pero a Anasha le gustaba. Además cuando el tiempo estaba así podía subir al cerro y hacer lo que tenía que hacer sin que se acercara ningún humano. En esas circunstancias nadie más que ella se atrevía a subir.

Se paró sobre la escalinata de la capilla, observando el horizonte hacia el oeste. El sol estaba por quedar totalmente oculto detrás del mar. O mejor dicho, detrás de la difusa lengua de tierra a unos cuarenta kilómetros de distacia.

Abajo se veía la ciudad del alquimista. Miró hacia el norte. Un cerro que semejaba el lomo de un enorme animal tapaba la visión. Algo más a la izquierda, y más lejos, se veía otro cerro coronado con una enorme cruz, que a la distancia parecía muy pequeña.

Anasha se aseguró que no sentía la presencia de ningún humano. Se irguió hacia el oeste, estiró sus brazos hacia los lados, en forma de cruz, y espero el primer golpe de viento frontal.

Cuando éste llegó, Anasha se inclinó hacia adelante. Parecía que iba a perder el punto de apoyo y precipitarse hacia el vacío, cuando su cuerpo de forma humana comenzó a transformarse rápidamente. Y el mismo viento sostuvo todo el peso de su cuerpo, al encontrar la resistencia de unas enormes alas pardas emplumadas que ya no eran brazos.

La transformación se completó y el cuerpo de un ave de gran tamaño se elevó por acción del fuerte movimiento de aire. Tomó velocidad lanzándose en picada hacia abajo, en paralelo a la ladera del cerro. Este ejercicio la deleitaba. Luego se elevó a gran altura, y comenzó su vuelo hacia poniente.

Atrás, cerca de la capilla, una niña de unos 10 años había quedado algo asombrada luego de asistir a semejante espectáculo. Una hora después, ya había bajado del cerro y entraba a su casa. Su padre miraba la televisión en el living.

Se sentó a su lado y lo abrazó. Él hizo lo mismo sin despegar la mirada de su objeto de atención. Luego de unos minutos en silencio, llama la atención de su padre.

--Papá, ¿qué es un egl?
--¿Un qué?
--Un egl.
--¿Águila?
--No, egl.
--No sé, mi amor. ¿Dónde viste esa palabra?

Pensó un momento la respuesta. No la sabía. Sólo sabía que esa palabra le había retumbado en la cabeza, junto con varias imágenes que no sabía cómo describir, cuando estaba en lo alto del cerro a unos metros de aquella extraña mujer que luego...

--No sé, se me ocurrió. No importa.

Se despegó de su padre y se fue a sentar junto al hogar. Se quedó pensando mientras miraba el fuego y sentía el calor en su rostro.

--¿Te pasa algo, Andreia?-- Preguntó su padre. --Estás rara.
--Sí, todo bien, papá.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quiero ser un Egl!.
Como sabia la niña que eso que vio era un egl?
Cosas tan extrañas pasan... (por su imaginación).
Peor esta muy bueno!
Besos (abuelito...jajajaj)

Wolvh Lórien dijo...

Grax nietita :P