De un instante al otro, el terror cedió su lugar a la sopresa. Cuatro grandes ojos detrás de dos caritas muy sucias. Una pesada puerta metálica acababa de cerrarse tras ellos, y como por arte de magia, los gritos y la violencia del otro lado habían desaparecido.
Si no fuera por lo que estaban viendo, su mente les habría dictado que estaban en un bunker enterrado en la arena del desierto de su mundo. Pero lo que descubrieron una vez atravesada la puerta, fue otra cosa. Habían quedado paralizados a dos pasos de ella, olvidando instantáneamente que los estaban siguiendo a matar, y la tragedia que había precedido a la persecusión.
Nimmi fue la primera en reaccionar. Despertó de su alucinación, miró hacia atrás buscando la puerta cerrada detrás suyo, pero no la encontró. Había sí una puerta, pero más lejos de lo que debía estar, no era de metal, ni tampoco era del tamaño de aquella por la cual habían entrado...¿habían entrado? Estaba confundida. Haku también. Repitió el mismo gesto que Nimmi, pero no se detuvo a pensar en el problema de la puerta. Se volvió a observar nuevamente el primer espectáculo que vieron una vez que ingresaron a ese lugar.
Frente a ellos, casi rodeándolos, había un gran ventanal panorámico. Más lejos, del otro lado, la visión estaba dominada por una enorme estructura de acero y cristal. El resto del cuadro lo completaba un cielo más azul que el que habían visto nunca. La luz que le daba vida a la imagen y al interior del recinto en el que se encontraban, era mucho más blanca y luminosa que la de su mundo.
Haku se acercó al ventanal. Nimmi, más temerosa, prefirió seguir contemplando el paisaje desde el lugar en el que estaba. Haku se descubre ahora en medio de una selva de estructuras similares a las que domina el escenario. El patrón se repite en todas las direcciones hasta donde su vista alcanza a ver. Pronto sospecha que se encuentra dentro de una de esas moles. Explora el ventanal y encuentra la forma de abrir una de sus hojas.
La fría corriente de aire que se estableció dentro del amplio espacio en el que se encontraban, provocó en Nimmi el reflejo de cerrar los ojos y cruzar sus bracitos para protegerse. Viendo que su hermano ya estaba sacando su cabeza hacia afuera y mirando hacia abajo, la curiosidad infantil venció al temor y entonces ella también se acercó.
--Ven Nimmi-- le decía en ese momento Haku en su dialecto. Cuando terminaba de decir estas palabras, Nimmi ya estaba a su lado. Sacó a su vez su cabeza y miró hacia abajo. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Abajo, muy abajo, se veían dos densas corrientes de vehículos pequeñitos, una al lado de la otra, moviéndose en sentidos opuestos. También se veían personas. ¡Muchas personas! ¡Miles! Tan absortos estaban con el nuevo mundo que descubrían que no parecían sentir el aire frío que atacaba sus rostros.
Estuvieron quién sabe cuánto tiempo curioseando el exterior, que aquel enorme edificio en forma de aguja, que creo que se podía ver una montaña muy a lo lejos, que se veía gente en el edificio de enfrente, que empezaba a verse el sol encima de ellos, que aquellos puentes lejanos debajo de los cuales corría un hilo plateado de... ¡agua!...
Así que cuando se aburrieron de explorar el mundo exterior a la distancia, la curiosidad los llevó a explorar el interior del lugar en el que se encontraban, y a tocar y mover cuanto objeto encontraban. No habían muchos objetos para tocar. Todo daba la sensación de que esa casa no se usaba mucho. Pero lo que más les llamó la atención fue la limpieza y el brillo de todo.
Pronto los empezó a invadir el sueño, y se recostaron abrazados en un sofá bajo los ventanales. El ambiente dentro de la casa estaba mucho más frío que al principio. Estaban muy cansados por todo lo que les había ocurrido en tan poco tiempo, y en ese momento no estaban pensando en qué iba a pasar, por qué estaban ahí, si tenían que esperar algo en ese lugar donde estaban sólamente ellos, sin ningún adulto. Sólo se abrazaron, y se durmieron...
Había pasado tal vez un par de horas, cuando se despertaron sobresaltados por un ruido. Ahí estaba el hombre que los había salvado, envuelto en sangre. ¿Por dónde entró? ¿por donde ellos mismos habían entrado hace rato?
El hombre apretó un botón en la pared y de encima de ellos empezó a salir aire caliente. Luego entró a una pieza en donde más temprano habían descubierto que girando un dispositivo, podían obtener un enorme chorro de agua. Pero la habían cerrado rápidamente por miedo a que se consumiera toda.
miércoles, julio 04, 2007
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